Novela interactiva. Capítulo 12

Arkailon, hace 2400 años

El descubrimiento del Nimriel había resultado emocionante y descorazonador a partes iguales. Varios meses después de su fabricación no habían sido capaces de controlar su poder.

Las imágenes que proyectaba aquel metal parecían no tener ningún sentido, aparecían y desaparecían de manera desordenada. Unas veces mostraban escenas de momentos vividos por los propios arkalianos y que reconocían con facilidad, pero otras, esbozaban imágenes de personas desconocidas totalmente ajenas a ellos. En estos casos tenían dificultades para comprenderlas. Por este motivo, el Consejo de la Hermandad de estudiantes, liderado por el gran maestro, había tomado la decisión de enviar a varios de sus miembros a solicitar ayuda a los aliados.

Shirat y Awidan observaban con respeto al sacerdote egipcio que presidía la asamblea reunida en la biblioteca de Alejandría.

 

Después de todos sus esfuerzos, habían alcanzado al fin el estatus de viajeros y ambos habían sido elegidos para pedir consejo a sus aliados de Egipto.

Dada la seriedad del asunto que los había llevado hasta allí, se habían reunido con los eruditos más famosos de la época, que habían acudido sin dudar, ávidos de saber. 

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Durante los últimos días, les habían explicado con detalle cómo Nasir había deducido en sus viajes que la aleación de los minerales daría lugar a un metal extraordinario y el resultado obtenido tras la fabricación del Nimriel.

—Entonces, ¿vuestra teoría es que el metal posee la capacidad de mostrar el pasado y el futuro? —preguntó un anciano de piel oscura y barba blanca.

—Así es, Abasir —contestó Shirat—. Las imágenes del pasado son fáciles de reconocer, no hay lugar a dudas. Pero en ocasiones muestra escenas completamente desconocidas en las que aparecen personas vestidas con ropajes y costumbres muy diferentes a las nuestras.

—Hemos deducido que deben tratarse de situaciones futuras —añadió Awidan—. El problema es que las imágenes aparecen de manera aleatoria, ajenas a nuestro control.

—Pero eso es asombroso —continuó Abasir.

Lo que habéis hallado no es solo un metal, es la esencia de la mismísima Heka, creadora de dioses.

—Se cuenta que, para ayudar a los dioses de nuestro mundo, forjó una esfera perfecta tallada en lo más profundo del firmamento—prosiguió—. Esta esfera permitía formular preguntas al destino.

—Eso no es posible —interrumpió el sacerdote—, unos simples mortales no pueden interferir en el Orden del Universo.

—Heka ha hablado —intervino el escriba real—. Ellos han descubierto el metal que todo lo ve, lo único que deben hacer ahora es contener su magia en el recipiente adecuado: la esfera, símbolo de perfección y cierre.

—¿Así de simple? —preguntó Shirat atónita.

—La ciencia de los materiales no es nada sencilla —dijo Abasir—. El conocimiento de la materia, la energía y sus cambios es imprescindible para obrar con cualquier material. Es necesario saber de qué están hechas las cosas para entender cómo y por qué funcionan. En el diseño y creación de cualquier artefacto, la precisión puede marcar la diferencia, más si cabe en algo tan delicado como el Nimriel.

— Quizá de ese modo Heka permitirá que el futuro se revele por voluntad y no por capricho —añadió el escriba.

—Algo realmente inquietante —concluyó el sacerdote.

A su regreso a Arkailon, Shirat y Awidan reunieron a la Hermandad de estudiantes para contarles lo acontecido durante la reunión en Alejandría.

—Pongámonos con la tarea, entonces —ordenó el gran maestro.

Todos los miembros de la Hermandad de estudiantes pusieron sus esfuerzos en el diseño del artefacto que debía contener su metal más preciado. Un artefacto con la forma geométrica perfecta para albergar tamaño poder.

 

El resultado final había sido inmejorable. Una esfera perfecta sobre la que habían incrustado dibujos representando los astros del firmamento, en señal de su vínculo con Heka. Por todo su contorno habían colocado exquisitos detalles tallados en oro que concluían en una base circular sobre la que reposaba con delicadeza.

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El día que dieron por concluida su fabricación, los estudiantes se habían reunido con gran expectación, a la espera del resultado que obtendrían al verter el Nimriel en su interior. Todos contuvieron el aliento cuando el gran maestro, acompañado por Nasir, Shirat y Awidan colocaron la esfera en el centro de la sala y prepararon Nimriel. En cuanto la primera gota del metal tocó la superficie de la esfera, un brillo tenue recorrió sus grietas como si la estuviera despertando de un sueño. Entonces una luz azulada empezó a filtrarse desde su interior. Los símbolos grabados en la superficie resplandecieron con una claridad cegadora durante un momento, y luego se apagaron bruscamente.

Durante unos segundos, nadie se atrevió a moverse. Pero entonces la esfera empezó a emitir imágenes muy nítidas, imágenes de escenas que no pasarían hasta miles de años después. En esta ocasión, los arkalianos pudieron hacer preguntas que fueron contestadas. Pero lo que descubrieron fue aterrador. Después de toda una tarde analizando aquellas terribles imágenes, tan solo Shirat se atrevió a decir algo:

Tenemos que cambiar el futuro.

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