Novela interactiva. Capítulo 4

Isla Sombra

El sábado por la mañana, los intrépidos niños habían quedado en el embarcadero para iniciar el primer movimiento de su plan:

conseguir una barca.

—Si se entera mi abuelo, me mata —se quejó Teo.

—Seguro que habremos vuelto antes de que se dé cuenta de que hemos cogido su barca —lo consoló Cloe—. Tranquilo.

—Más nos vale, si queréis volverme a ver. Como nos pillen voy a estar castigado el resto de mi vida.

Desde que se había jubilado, el abuelo de Teo se había aficionado a la pesca. Se había comprado una pequeña barca a motor con la que daba largos paseos y disfrutaba de la paz del mar en calma, del aire libre y del placer de saborear una buena lubina al horno pescada por él mismo. Los domingos, solía invitar a la familia a degustar sus capturas y mientras comían, les explicaba con ceremonia el arte de la pesca. A Teo le encantaba acompañarle.

La embarcación estaba atracada en el muelle del pueblo.

—Yo voy quitando el amarre —dijo Victoria.

—Date prisa, tenemos que salir antes de que nos vea alguien —dijo Cloe nerviosa.

—Seguro que sabes pilotar esto, ¿no? —preguntó Carlos a su amigo Teo.

—¡Pues claro! He venido con mi abuelo un montón de veces, no te preocupes.

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Dicho y hecho.

Una vez que todos se hubieron acomodado dentro de la barca, Teo arrancó el motor y se pusieron en marcha. Aunque el viaje era un poco largo, estaba siendo una aventura muy emocionante. Un grupo de delfines los acompañó durante gran parte del trayecto, nadando junto a ellos y haciendo acrobacias como si quisieran saludarles.

Cuando se acercaban a la isla, comprobaron con asombro que no estaban solos, en la arena de la playa había otro bote.

—Qué raro —dijo Carlos—. Aquí no suele venir nadie.

—Será mejor que busquemos otro sitio —sugirió Teo—. No quiero que nadie vea la barca de mi abuelo por aquí, podrían contárselo.

—Tengo una idea —dijo Cloe—. En la parte de atrás de la isla hay una cueva que podría ser un buen escondite para la barca.

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Una vez se aseguraron de que la embarcación estaba bien escondida, bajaron y se pusieron en marcha.

Aquella isla era maravillosa. La vegetación comenzaba en la misma arena de la playa y se adentraba hacia su interior. «Un pequeño rincón del paraíso», solía decir la madre de Carlos.

Llevaban un rato caminando, cuando oyeron un ruido y se quedaron paralizados.

—No hagáis ruido —susurró Cloe—, podría tratarse de algún animal y no sabemos si será pacífico o no.

Se quedaron agazapados entre unos arbustos, expectantes.

Al cabo de unos segundos apareció una figura. Una figura humana. Estaba saliendo de… ¿de un árbol? Sin mirar atrás se alejó hacia la playa.

—¿Quién será? —preguntó Victoria.

—¿Creéis que se trata de algún miembro de una tribu? —dijo Teo.

—Lo dudo mucho, pero vamos a descubrirlo —Carlos no esperó la respuesta de sus compañeros y siguió a aquella silueta que se alejaba de allí.

Sus amigos se apresuraron a ir tras él.

Al llegar a la playa permanecieron agachados entre la maleza, observando con atención.

Lo que vieron los dejó sin aliento.

—¡Es la directora! —exclamó Teo.

—¡Silencio! Te va a escuchar.

Atónitos, vieron cómo la directora del colegio arrancaba el motor de su bote y se alejaba de la isla.

—¿Qué estaría haciendo la directora aquí ella sola? —preguntó Teo.

—Tomando el sol seguro que no —dijo Cloe—. Y además estaba dentro de un árbol. Qué cosa más rara.

—Vamos a verlo —propuso Carlos.

Se adentraron en aquella dirección tratando de encontrar el lugar donde estaba el árbol.

No fue muy difícil, ese árbol era enorme en comparación al resto.

—¡Aquí! —gritó Victoria—. ¡Es un baobab!

—Tal y como nos dijo la seño Adela —dijo Teo—. Sí que es grande.

—Me pregunto si habrá alguna entrada, estoy segura de haber visto a la directora saliendo de su interior —dijo Cloe.

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Se acercaron a observarlo con curiosidad.

El árbol, que tenía varios cientos de años, estaba rodeado de matojos, enredaderas y musgo, por lo que apenas podía verse su tronco.

Comenzaron a retirar los arbustos prestando atención a cada detalle, hasta que Carlos encontró algo muy interesante.

—Chicos, tenéis que ver esto. Creo que podría ser la entrada.

En un lateral del árbol, alguien había tallado una figura muy extraña sobre la madera del tronco.

Una cara, ataviada con un casco adornado con dos figuras circulares decoraba la parte baja, sin embargo la entalladura no terminaba ahí, sino que ascendía hasta desaparecer entre las hojas de la copa del árbol, formando lo que parecía ser una puerta.

—Sí que parece una puerta —confirmó Teo—. Vamos a intentar abrirla.

Si te has perdido alguno de los capítulos anteriores puedes encontrarlos aquí:

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