Novela interactiva. Capítulo 9

La cueva

—¡Achis! —Teo había cogido un buen resfriado después de la aventura en la cripta a altas horas de la noche.

—¿Te encuentras bien, Teo? —preguntó la maestra Adela.

—Sí, solo es un resfriado.

—Anoche bajaron mucho las temperaturas, espero que no cogieras frío merodeando por ahí —comentó como si supiera lo que habían estado haciendo, pero acto seguido se volvió hacia la pizarra y comenzó a explicar la lección del día, sin darle más importancia a lo que acababa de decir.

Últimamente los profesores de Aula Magna no sólo se habían estado comportando de manera sospechosa, sino que además parecían saber a ciencia cierta lo que estaban haciendo los niños a sus espaldas. Primero, el maestro Juanjo de Educación Física les había sugerido que fueran a la cripta al anochecer y se llevaran el mapa, lo cual había sido un gran acierto, y ahora Adela parecía saber que la noche anterior habían estado en la cripta romana.

Pero lo que sin duda los hizo confirmar sus sospechas fue lo que pasó en la clase siguiente, la clase de ciencias de la profesora Lucía.

—Continuando con el tema de «antiguas civilizaciones», vamos a comenzar a investigar sobre el Antiguo Egipto —dijo aquella mañana en clase—. A ver, ¿qué podéis decirme sobre ella?

Inmediatamente, todos los niños de la clase levantaron la mano, ávidos por participar. Después de hablar durante un buen rato sobre pirámides, efigies y dioses, la maestra Lucía añadió:

—Muy bien, veo conocéis la cultura egipcia, pero quizá no lo sepáis todo. Por ejemplo, ¿alguien sabría decirme qué es el electrum?

La pandilla de amigos se miró desconcertada, ¿no era demasiada casualidad que les hablara de este mineral en concreto?

¿Justo el mineral que les faltaba para poder fabricar Nimriel?

—El electrum —continuó la maestra—, era una aleación de oro y plata que los egipcios utilizaban en la construcción de los obeliscos y en la punta de las pirámides, pues tenían la fiel creencia de que este metal tenía el poder de captar la energía del Sol. El electrum también fue utilizado durante muchos años después de la civilización egipcia. Con él se fabricaban objetos diversos, pues al mezclarlo con otros metales daba lugar a aleaciones maravillosas. De hecho, si alguien quisiera hacer una aleación con él, en nuestro laboratorio tendría todo lo necesario para hacerlo. Suponiendo que fuera capaz de conseguir electrum en estado puro, claro —bromeó—. Pues bien, las pirámides representaban…

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—¿No os parece muy extraño lo que está pasando con los maestros? —susurró Cloe a sus amigos—. Parece que nos estuvieran empujando hacia el Nimriel.

Al salir de clase, se reunieron en el pasillo para hablar sobre el tema.

—Pues si tenemos que subirnos al pico de una pirámide para conseguir electrum la llevamos clara, mi madre no me deja salir del pueblo solo —dijo Teo.

—Adiós a nuestras esperanzas de fabricar Nimriel —añadió Victoria.

Unos pasos apresurados retumbaron en el estrecho pasillo a sus espaldas.

—Pero ¡qué ven mis ojos! ¡Si son los niños más aventureros del colegio! —dijo una voz familiar.

—¡Santiago! —exclamaron con cariño al ver que se trataba del antiguo conserje.

—Qué alegría verte por aquí de nuevo —le dijo Carlos.

—Me gusta venir de visita de vez en cuando —contestó Santiago—. ¿Es posible que haya escuchado bien? ¿Estabais hablando del electrum?

—Esto… sí —admitió Cloe—. Lo estamos estudiando en clase.

—Entonces es posible que os interese escuchar la historia del barco fenicio que naufragó en estas costas.

—¿Un barco qué? —preguntó Teo.

—Fenicio —repitió—. Los fenicios vivieron en estas tierras hace miles de años. Se dice que a la vuelta de uno de sus viajes a Egipto un barco naufragó justo antes de llegar a puerto, perdiendo todos los bienes que habían obtenido de aquel país exótico.

Entre los tesoros que traían se encontraba un fragmento de electrum.

—Qué interesante —dijo Carlos—. ¿Y dónde dices que naufragó exactamente?

—Cerca de la playa Zamarah, donde se encontraba el puerto fenicio en el que solían comerciar con metales preciosos.

—Gracias Santiago, has sido de gran ayuda —dijo Cloe mirando con complicidad a sus amigos—. Seguro que utilizaremos esta información para nuestro trabajo de clase. Ahora tenemos que irnos.

—¡Adiós! —corearon todos mientras se apresuraban a salir del colegio.

—Chicos, creo que deberíamos hablar con mi hermana —dijo Cloe una vez que se aseguró de que estaban solos—. Estoy segura de que ella podrá ayudarnos.

La hermana mayor de Cloe era experta en leyendas antiguas. Desde que había entrado en la adolescencia se había obsesionado tanto con historias y conspiraciones antiguas que, a sus tan solo 15 años, había alcanzado un nivel de conocimiento que no tenía nada que envidiar al del profesor de Mitología Clásica de la Universidad.

—Iris —dijo Cloe—. Necesitamos hablar contigo.

La pandilla de amigos le contó todo lo que habían descubierto sobre el electrum y la leyenda del barco fenicio naufragado. Claro que no ahondaron mucho en el resto de la historia, no estaban seguros de cómo se lo tomaría. Llegados a este punto lo que más deseaban era poder fabricar Nimriel para ver qué tenía de especial aquel extraño metal y no estaban dispuestos a correr el riesgo de que alguien se lo impidiera.

Por supuesto, Iris conocía de sobra la historia del barco fenicio, y no solo eso,

sino que pudo darles información valiosísima sobre el naufragio.

—Cuenta la leyenda que hubo varios supervivientes que consiguieron salvar a tiempo algunos de los tesoros que transportaban y los llevaron a tierra firme. Muchos creen que los ocultaron en las cuevas de la costa, aprovechando la confusión que causó el naufragio del barco.

—Interesante —confirmó Victoria—. ¡Gracias Iris!

Sin dudarlo ni un instante, la pandilla se dirigió a las cuevas cercanas a la playa Zamarah. Las cuevas en las que habían jugado tantas veces en los veranos calurosos del sur de España.

 

Conocían de sobra aquellas cuevas. De hecho, habían fantaseado infinidad de veces con encontrar tesoros ocultos por allí sin sospechar que fuera una posibilidad real.

—Si yo fuera un fenicio intentando esconder un tesoro, desde luego que no me quedaría en la sala de entrada —dijo Teo—. Estoy convencido de que se adentraron en la sala interior.

—Tiene sentido —contestó Victoria—, vamos.

Dicho y hecho, en menos de un minuto se habían adentrado en aquella cueva marina.

 

—¡Qué frío hace aquí! —dijo Carlos temblando—. Desde luego, es mucho más agradable venir en verano.

—¿No tendremos que meternos en el agua verdad? —preguntó Cloe mirando el gran lago que tenían frente a ellos y que se perdía en las profundidades marinas.

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—Espero que no… —estaba diciendo Carlos cuando se percató de algo—. ¿Os habéis fijado en esta roca de aquí? —dijo señalando una piedra redondeada que había delante de una de las paredes—. No parece que esté puesta en ese lugar por casualidad, más bien da la sensación de que la hayan colocado ahí para ocultar algo ¿no os parece? Vamos a moverla.

Entre todos hicieron un gran esfuerzo para mover la inmensa roca hasta que, trabajando en equipo lo consiguieron. Al arrastrarla, la piedra dio paso a una cavidad que se internaba en la cueva. Se trataba de un pasillo tan estrecho que tan solo alguien del tamaño de un niño podría entrar por él.

—Adelante —los alentó Victoria.

Valientes, los niños se tumbaron y comenzaron a avanzar con el cuerpo pegado al suelo como si fueran reptiles. A su paso vieron extraños símbolos dibujados en la pared.

—¡Deben ser símbolos fenicios! —dijo Teo—. Vamos por buen camino.

Animados, continuaron reptando hasta que el túnel se abrió en una sala más amplia en la que por fin pudieron incorporarse.

—Qué alivio —dijo Teo estirándose hacia arriba—. ¡Eh! Mirad eso de ahí arriba, son más símbolos.

Efectivamente, en el bajo techo de la gruta pudieron ver símbolos desconocidos parecidos a los que habían visto por el túnel que los había llevado hasta allí.

—Debe tratarse de alguna pista —sugirió Cloe.

—Creo que siguen un patrón —dijo Teo—. Fijaos bien, estos símbolos están repetidos, aunque con diferente tamaño.

Si quieres saber cómo continúa la historia

¡sigue leyendo!

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